martes, 25 de diciembre de 2012

Amour (2012): Reconciliándome con Haneke

En mayo de 2012, la Palme d’Or del festival de Cannes volvió a ir a parar a Michael Haneke, esta vez por su trabajo Amour. El austríaco se ha convertido así en el séptimo director en hacerse con este galardón dos veces, ya que su última Palma de Oro la consiguió en 2009 con su anterior película, La cinta blanca, que para mí fue una de las películas más sobrevaloradas del año. Por esta razón, cuando me senté a ver Amour, lo hice con cierto escepticismo, con cierta inquina, esperando otra decepción. Me equivoqué.



La historia de Amour se centra en una pareja de ancianos, Anne (Emmanuelle Riva) y George (Jean-Louis Trintignant), unos profesores retirados de música que viven una vejez tranquila hasta que Anne sufre un derrame cerebral. La narrativa es pausada, calmada, con diálogos de tono cotidiano, y que cuenta entre sus mayores méritos con una sobresaliente combinación de crudeza, de angustia y de ternura, la ternura en una relación de dos personas que han envejecido juntas, que se quieren, que sufren y que hacen sufrir al espectador huyendo de sentimentalismos baratos, aportando naturalidad, dolor y mucha, mucha verdad. La tristeza y la asfixia vienen, además, condicionadas por la casa que habitan, el único escenario de toda la película.



Y si el guion es bueno, las interpretaciones son aún mejores. Durante la mayoría del metraje, Emmanuelle y Jean-Louis (ambos actores veteranos) son los únicos que aparecen en la pantalla, pero da la sensación de que no se necesita mucho más, ya que desbordan credibilidad y, sobre todo, muchísima química, salpicadas además por el apoyo secundario de una gran Isabelle Huppert, que interpreta a la hija de la pareja. En cuanto a la banda sonora, es escasa, pero acertada, incluyendo piezas clásicas de Bach y de Schubert, entre otros.
Pero claro, no todo va a ser alabar, porque Amour no es perfecta. Hablando del director en general más que de esta película en particular, diré que Haneke es un director que se gusta muchísimo a sí mismo, que es consciente de su talento y que por ello se recrea en su buen hacer. Es innegable que el director ejecuta siempre una brillante fotografía, muy limpia, cargada de sobriedad, con cámaras a menudo estáticas, planos continuos y pasajes extensos. Pero desde mi humilde opinión, a menudo se alarga de forma innecesaria, con escenas intrascendentes que aumentan de forma desmesurada la duración de una cinta que bien podría decir lo mismo con menos. Y en Amour, esto no es una excepción. Casos como la sala de cine del principio de la película o la escena de la paloma del final servirán para ejemplificar esta forma tan descarada de rellenar metraje. Y este es, para mí, el mayor error, no sólo de Amour, sino de toda la filmografía de Haneke, y la razón por la que no le he dado una puntuación más alta, porque al menos a mí, que no puedo evitar ser partidario de la concisión, me parece una táctica barata que corre el riesgo de convertir el cinéma vérité en una pesadilla infumable.


 
Conclusión: Amour trata el tema de la senectud, de la dignidad, y por supuesto, del amor, con un respeto, una transparencia y un cariño dignos de elogiar. Es horrible y es hermosa. Es fría en su ejecución y es cálida en su contenido. Probablemente estemos ante una de las películas del año, una de las más desalentadoras reflexiones sobre la vejez y uno de los mejores trabajos (si no el mejor) del austríaco Michael Haneke. Creo que si durara quince o veinte minutos menos sería una verdadera maravilla, pero por desgracia, no es así. A pesar de eso, es una obra de muy buen nivel y bastante recomendable.


Puntuación: 8.25/10

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